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La idea más estúpida del mundo empresarial. Artículo de Miguel Puente, publicado en faq-mac

Os dejo un artículo titulado "La idea más estúpida del mundo empresarial", publicado por uno de los editores de este blog, "Las Cifras", y publicado en la web faq-mac.com.

Por twitter llego a este artículo de Steve Denning en Forbes que, comentando los pormenores de un libro titulado “Fixing the game” (a doble sentido entre “arreglando” y “amañando”), que intenta extrapolar algunas ideas del fútbol americano al mundo empresarial, da en la diana al encontrar la que quizás sea la idea más estúpida del mundo empresarial: que el objetivo sea maximizar las ganancias de los accionistas.
Si habéis leído el libro “La meta” de Eli Goldratt , al menos le habréis dado vueltas al asunto. ¿Cuál debe ser la meta, el propósito, de una empresa? ¿Ganar beneficios, ser reconocida, generar productos innovadores?
Para el autor, basándose en la cita de Peter Drucker, el único objetivo real debería ser “crear un cliente”, que combina el que haya alguien que reconozca tu marca, obtenga tu producto y te deje un beneficio. Pero las cosas se han desviado un poco.
A día de hoy, existe una conveniente creencia de que la última meta de una empresa es generar beneficios para los accionistas, que la empresa sea atractiva para ellos, no solo a base de dividendos, sino a base de aumentar constantemente el valor de la empresa, el valor de sus acciones, como forma de garantizar la buena salud, no de los que integran y gestionan la empresa, sino de la empresa en si misma. Pero esto lleva una disociación del mercado, generándose, paralelamente, dos mundos empresariales:
  • El mercado real, que es aquel en el que las empresas se crean para diseñar y generar nuevos productos que son vendidos más tarde para obtener un beneficio.
  • El mercado de las expectativas, donde lo que se comercia son las empresas en si mismas. Cuanto mejor se espere que va a ir una empresa en el futuro, mayor valor tendrá en el presente.
Donde se reparte el pescado es, por supuesto, en el segundo, donde los dividendos son una parte más, en muchos casos descontada, del propio aumento del valor de las acciones. Esto convierte lo que debería ser el resultado, en la estrategia.

Alguno podría pensar, “claro, pero el valor de los acciones de una empresa (mercado de “expectativas”), no puede aumentar indefinidamente si no lleva aparejado un aumento en el mercado “real”, por lo que, (podrían argumentar), no hay tal disociación”. Y es cierto, pero si pueden separase los dos mercados el tiempo suficiente como para generar unas burbujas tales que, más tarde, puedan reventar el sistema, y ya no hablamos de posibilidades, varias crisis, tecnológicas y sectoriales, nos contemplan.
Y mientras despertamos todas las mañanas escuchando o leyendo como le fue al Ibex el día anterior, la satisfacción de los consumidores para con las empresas (en la mayoría, grandes), sigue cayendo.
Pero no todas las empresas están creadas por esos gordos capitalistas de bigote rizado y monóculo (por estereotiparlos de algún modo, no se me vayan a cabrear), y en uno de los ejemplos que el autor señala como “cambios” en el paradigma empresarial, Apple sale a relucir.
A Steve Jobs le gusta remarcar que los accionistas no deben importar mucho y que no deben interferir en el que es el propósito original de Apple: Hacer una contribución al mundo creando herramientas para la mente (inserte la metáfora que todo el mundo conoce de la bicicleta aquí) que puedan hacer avanzar a la humanidad.
Un objetivo que, aunque pudiera parecer utópico en su día, nadie puede negar que se ha conseguido con creces. Quizás en el mundo falten más Steve Jobs, quizás los tenemos y no nos damos cuenta, absorbidos por la vorágine y la presión de unos beneficios que no les dejan respirar. Es entonces cuando te preguntas qué es lo que más te jode, que se vaya alguien que ha sido único, o el hecho de que sea único.
Y es que la inteligencia de los genios se manifiesta en no dejarse llevar por la cantidad ingente de ideas estúpidas que gobiernan nuestro mundo y, por ende, el mundo empresarial. Así que, desde mi modesto lugar como mero transcriptor de ideas, ante un mundo que comienza en un 2012 que podría ser el final, el comienzo o la continuación del caos que nos rodea, mi recomendación es que estéis atentos (hambrientos e inquietos), pues la economía real espera.