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San Google contra Dvorak en el Nuevo Mundo

Debo advertirte que lo que viene a continuación es cierto, que ya sé que si me lees asumes que todo lo que escribo es cierto (no te fíes siempre, que los escritores tenemos licencia para mentir), pero esto tiene enjundia, sabor y color. 

Vuelvo hacia Zaragoza en el tren y detrás de mi asiento a la izquierda tengo a dos mujeres de mi edad hablando entre ellas del gran descubrimiento personal de este 2016. Internet. Lo de menos es la explicación de que tiene el ordenador -me imagino que portátil- tapado con un trapito para que no se dañe, ni que diga que el teléfono le envía por el aire el wifi que debe ser una cosa curiosa que vuela. No, lo guapo es cuando explica la del jersey verde el descubrimiento de Google.

Lo primero que le puso para buscar fue..., "hola"..., que se debió quedar San Google como anonadado. —¿Sólo me preguntas diciendo "hola"?— debió pensar las tripas de Google desde los EEUU?
Pero el tonto he sido yo.
No le debió preguntar por "hola" sino por "Hola" que es otra cosa bien distinta. Más me doy cuenta de mi error al escuchar después que lo segundo fue buscar por El Corte Inglés y en su explicación la señora sesentona explicaba a su compañera que podías viajar como por la tienda buscando productos mientras una señorita te iba diciendo cosas. Jodo, y yo sin saberlo. Lo digo por lo de las señoritas para días aburridos.

Luego entran ya en la manida conversación del joven que le vino a casa a montarle todo el sistema de router y el teléfono, con sus precios imposibles de entender, pero chica, hay que estar en este nuevo mundo. Dvorak nunca imaginó que el Nuevo Mundo se iba a terminar llamando San Google.