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España en bucle y los políticos con malas caras

Mariano Rajoy ha intentado en su sesión de investidura solicitar responsabilidad política a los que le escuchaban, pero ni sabe hacerlo ni lo puede lograr. Quienes le escuchaban no están por la labor de dársela, ni gratis ni con precio. Mala situación para una España que ha entrado en bucle y no sabe salir de esta situación. La lógica, si le llevamos este problema a un asesor independiente de todos nosotros, sería —tras una análisis de solo media hora— decirnos que hay que cambiar de jugadores, de mano, de fichas. Pero no se trata de convocar otras terceras elecciones, no y nunca, pues nadie nos garantiza que no termináramos en unas cuartas o en unas quintas. La solución pasa por cambiar de capitanes, de entrenadores, de Jefes de Personal.

Esa es la gran dificultad. Que se han juntado el hambre con las ganas de comer. Y nadie es fino, incluso nadie es artista del teatro. Uno escucha frases que son de primero de preescolar en políticas. Pedro Sánchez ayer diciendo que la entrevista con Rajoy “era prescindible” es de premio a la estulticia. Se puede sentir, se puede estar seguro de eso, pero nunca se puede decir. Es rebajar el momento actual de España, provocado por todos ellos, a la nada, a que no merece ni tan siquiera media hora de tiempo.

Hoy, tras el discurso de Mariano Rajoy se podría haber producido algún detalle de calidad política. Los podría haber, si a alguien se le hubiera ocurrido, pues meses han tenido de sobra. Por ejemplo dar una rueda de prensa conjunta un líder del PSOE y otro de Podemos, explicando que llevan explorando posibilidades activas para la España del futuro varios meses. O Mariano Rajoy debería haber explorado la vía de su dimisión si con eso se abría un camino válido para España. 
 
Pero han tenido que ser otra vez la sociedad civil los que con un anuncio en prensa solicitaran casi por favor, un gobierno del PSOE, Podemos y Ciudadanos, que enseguida todos se han apresurado a decir NO, sin leerse tan siquiera el nombre de los firmantes. ¿Por qué tengo que creer que tienen más razón los tres políticos que niegan esta posibilidad, que los intelectuales que lo solicitan?