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La izquierda hay que inventarla de nuevo. Se nos ha hecho vieja

Todos tenemos asumido desde la política que la mayoría de la sociedad aborrece de nuestra actividad, de la de izquierdas claro —que hay que dejarlo sentado desde el principio para no confundirnos, pues los que son de derechas sí creen que SU política es muy necesaria— y algunos filósofos sociales o sociólogos a secas ya nos avisan a toda la izquierda, que hay que reivindicar la política de una vez por todas para sentar las bases de esa izquierda del siglo XXI que sirva para la sociedad de estos tiempos.

La sociedad ya no está en la calle esperando a que nosotros desde la izquierda salgamos a explicarles unas consignas, eso se hace mucho mejor y con mçás audiencia desde otros lugares. Con más asistencia y lectura, con más pedagogía social, con más éxito. A la calle salimos los de siempre, es decir los que ya nos conocemos. No sumamos, sino restamos y lo que es peor, demostramos que somos muy pocos. La derecha sabe contar y nos cuenta. Y se ríe de nosotros. La sociedad sabe contar y nos cuenta, y admite que no debe hacernos caso.

O reivindicamos la política como una actividad social muy necesaria para defender a los que menos tienen o nos la quitarán sin hacerla desaparecer. Nosotros mismos con nuestras acciones debemos conformar un sistema para convencer de que hay que defender la educación, la justicia, la libertad, la dignidad laboral, el respeto a los seres humanos, la igualdad, son valores básicos, o nos perderemos en la nada más absoluta. A la ideología hay que darla la vuelta para mostrarla en valor. Si no somos capaces de mostrar a nuestra sociedad, a la sociedad que necesita vivir mejor, que somos capaces, incluso con las que creemos nosotros son las mejores ideas, no nos servirá de nada.

No se trata de ganar elecciones, se trata de ganar sociedades. ¿Lo estamos entendiendo? Tenemos que volver a empezar, no hemos avanzado nada, pues por cada paso que hemos dado, hemos ido rompiendo los platos o nos los han roto y no nos hemos querido dar cuenta. No hemos sabido explicar qué es la izquierda social, no hemos sabido decir que hay otras formas de convivir, de hacer funcionar la economía, el trabajo, la excelencia, la productividad, el comercio y el consumo.

Hablar de la política no le conviene a la derecha y los sabemos todos. Incluidos ellos mismos y por eso intentan que no hablamos de la política sino de “su” política. Prefieren el mercado, el trabajo técnico, la gestión sin políticos y a lomos de lo que ellos llaman eficacia y poco gasto público. Y esto ha calado muy hondo entre la sociedad. Ahora mismo vosotros, los que leéis esto, estáis pensando que ellos tienen razón, que es lo lógico en estos momentos. ¿Y cuales son estos momentos? La crisis ha venido a demostrarnos que sólo es una crisis negativa para una parte de la sociedad. Para otra parte de la sociedad está siendo una crisis positiva.

El marco mental les ha funcionado muy bien y hay que felicitarles por ello. Y es verdad que contra esa idea perfectamente lanzada y vendida, no hemos sabido anteponer o trasponer otra idea desde la izquierda, que explicara y debatiera lo contrario, que mostrara de forma sencilla que hay otras formas posibles de ser y estar en las sociedades occidentales.

Y sin duda debemos decirnos desde la izquierda que hemos perdido el sentido, no sólo recordárnoslo a la izquierda española sino también a la europea, que es en el único lugar del mundo donde existe una posibilidad real de gobernar una izquierda del siglo XXI, pues esa izquierda que dicen funciona en algunos países de iberoamérica, o es una copia de la izquierda europea o es otra cosa bien distinta a la izquierda, pues los pocos intentos válidos se los han comido las fuerzas de los mercados.

De momento las Terceras Vías, a la derecha o a la izquierda de la izquierda —quedan muy bonitos sobre el papel— no han funcionado ni se las espera que funcionen pues no son nuevos planteamientos, sino viejas izquierdas que se mueven un poco hacia sus laterales. Cuando las Terceras Vías se mueven hacia la derecha se convierten en mercantiles y liberales a secas. Y cuando se mueven a la izquierda se vuelven derechas sin que lo sepan ellas mismos. Derechas populistas como el Peronismo o la Falange, que a veces parecían izquierdas porque se apoyaban en los descamisados.

Retomo a la idea principal. Hay que hacer más política, es decir, reivindicar la importancia de la política social, algo que nos parece imposible de lograr desde este desierto actual. ¿Quien tiene moral en estos tiempos para decir en público y con rasmia a la sociedad, que la política es MUY necesaria? Pues nadie. Incluso los nuevos partidos de izquierdas dicen o decían —pues no sabemos si lo volverán a decir— que ya no existen izquierdas ni derechas, que ahora sólo hay arriba y abajo. Que es otra forma de llamar a lo mismo con otros adjetivos. Como en época de los griegos, los romanos o los egipcios. Es decir, nada nuevo para explicar y para que lo entienda la gente que pasea por la calle. ¿Arriba? Pero si ellos ya han sabido mezclarse para actuar bien. ¿La mayoría de la iglesia católica de barrio es arriba o es derecha? ¿El trabajador que sobre todo cree en el orden callado, la disciplina y el silencio, es de arriba o de derecha? ¿Es incompatible la disciplina y la búsqueda de la excelencia con ser de izquierdas? Pues depende de la forma del reparto.

La sociedad cree que sobra la política por los enormes abusos que ha realizado la propia política. Y a la izquierda sólo se le ocurrió el bobo ejercicio —para evitar la corrupción— que rebajar sueldos a los políticos y entregar transparencia en forma de un desnudo económico de las personas que se dedican a la política. Ya parecíamos tontos de antes, pero nos hemos mejorado a nosotros mismos en las torpezas infinitas.

Los ricos, perdón, los de arriba, no necesitan cobrar sueldos por estar en la política. Ellos lo hacen gratis. ¿A que es mucho mejor? Los de arriba tienen los mejores asesores del mercado impositivo y no cobran sueldos ellos, los cobran sus empresas o sus sociedades interpuestas o sus asesorías. Tantos asesores y similares se demandan desde las empresas, que estos mismos, los mejores, ya no pueden atender a más clientes y puedo dar fé. Les da igual la transparencia. Ellos no la necesitan. Pero a la izquierda no le da lo mismo y caemos en otra trampa, que para eso nos entrenamos en aparecer como bobos, y vamos mostrando el ticket de la gomina, o los mil euros de nuestra cartilla de ahorros. Vamos desnudos por la política, creyendo que así se desnudarán todos. No me hagas reír.

Yo personalmente no me fiaría de un político adulto que con carrera universitaria tuviera tan solo mil euros ahorrados en su cartilla, fuera ideológicamente de donde fuera. No es sano para una sociedad, ser gobernada por una persona que ya no venga de la excelencia antes de dedicarse a la gestión del dinero público. Si con tu propia formación y dinero no has podido ahorrar más de mil euros, es imposible que logres el éxito con la gestión para los demás. Esto que digo suena a rancio y a conservador a tope. Otro error que tiene la izquierda, pensar que para ser de izquierdas hay que ser pobre, incapaz de tener éxito en tus gestiones, buscar la excelencia como meta en cada actividad, no querer superarse cada día empleando métodos que a las empresas les funcionan bien. ¿Quien dijo que ser eficaz era de derechas?  ¿Quien que ser productivo, creer en los controles de calidad, en los ajustes productivos, en los equipos, era ser conservador? Admitimos que en nuestro trabajo nos traten con criterios de empresa eficiente, pero si pensamos en exigir lo mismo en la escuela de nuestros hijos, en la justicia y en la seguridad, en el agua que bebemos o en el hospital que nos va a salvar la vida, ya somos unos asquerosos conservadores por exigir con criterios de empresa. O aprendemos desde la izquierda a gestionar bien, o no tendremos futuro. O la malo es que no lo tendrá nuestra sociedad más débil.

Hay que hablar más de política, mucho más. De filosofía social sencilla, de sociología útil y de entender por los alumnos de EGB. Hay que explicar bien para qué sirven los políticos además de para trampear en plan obsceno y tonto, más tonto que cualquier empresario de cualquier tamaño. No debemos quedarnos con que en este país si se quiere tener una piscina como los emperadores romanos, hay que ser presentadora de televisión con derecho a que no la critiquen por nada. Y si llegamos a la conclusión de que efectivamente los políticos no servimos para nada, pues tranquilos, tampoco sucede nada tremendo. Nos quedamos en nuestra casa por la fuerza y a seguir llorando otros 40 años. Pero que no se nos olvide a nadie, tampoco a los conservadores de derechas. El mejor sistema para todos, también para la derecha, es el democrático. Todos los demás han sido violentos y sátrapas, y convierten al país en un lugar peor para hacer buenos negocios a la derecha. Sólo salen ganando unos MUY pocos.