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El TTIP y el CETA ni están muertos, ni heridos graves. Mucho cuidado

Me han llamado para preguntarme por el TTIP y mi familia me ha pillado hablando sobre Obama para explicar las prisas en mover este bodrio de tratado, y tanto se han quedado sorprendidos que se han descojonado de este escribidor al colgar con mi interlocutor.  
¿Tú hablando de Obama con familiaridad?
¿Será por Obama, me digo yo? Si son todos iguales y se mueven por los mismos intereses. Menos Trump.

El TTIP está herido pero no muerto, ni mucho menos. Buenos son los poderes reales —esos que en tiempos llamábamos fácticos—, como para acojonarse porque Francia o Alemania parezca que dice una cosa en los medios y hacen otra en las reuniones. Estos se las saben todas, incluso las de utilizar a los medios para presionar al contrincante. Pero además tienen el CETA, que es lo mismo que el TTIP pero con Canadá en vez de con los EEUU. Y que podríamos ver acelerada su aprobación para ir observando cómo se avanza en el TTIP, desde los distintos gobiernos pero sobre todo desde las grandes empresas.

¿Alguien cree que con el TTIP o el CETA se podría haber puesto —que no se pagará— la multa a Apple de 13.000 millones por presunta evasión de impuestos? Ja. ¿Hablamos de los servicios públicos que veremos privatizados por obligación? ¿O hablamos mejor de los sistemas fiscales que se saltarán el Atlántico? ¿Alguien cree que las empresas españolas, pequeñas o medianas, puede competir contra estas inmensas empresas transnacionales que afectan a todos los sectores?

El principal problema de estos acuerdos comerciales globales —acuerdo donde entra todo que mueve dinero: inversiones, movimientos de dinero en efectivo o virtual, leyes de control de sanidad, farmacia, turismo, personas o leyes— es un excesivo y anormal proceso de resolución de disputas entre las grandes empresas multinacionales o supranacionales y los Estados o responsables de los cambios de leyes o normas. Cualquier inversor de Canadá o EEUU, que crea que un cambio normativo o de leyes, les afecta negativamente, puede acudir a un TRIBUNAL PRIVADO sin capacidad de ir a un tribunal superior, para que dicten sentencia sobre el conflicto, que afecta a las partes. Que les afecta con enormes indemnizaciones.

Solo las grandes empresas pueden recurrir a estos mecanismos ISDS, pues su coste es brutal. Estas empresas tienen YA grandes bufetes de abogados que simplemente trabajan en buscar ganar pleitos contra instituciones públicas. Es un negocio enorme y de inmensas ganancias. Un pleito sencillo se mueve entre los 10 y 15 abogados por cada parte, que cobran a unos 1.000 euros la hora. Estos mismos abogados son los que ejercen aleatoriamente de jueces en los mismos o parecidos conflictos. ¿Les parece imposible? ¿les parece una barbaridad? Pues no se preocupen, dejen de pensar. Si se pierde, hay que pagar los costes de la otra parte. Hay lo dejo.

Imaginemos un ayuntamiento como el de Zaragoza. Y que decide en Pleno municipalizar el mantenimiento de las zonas verdes. JUICIO. O que el mismo ayuntamiento decide modificar el funcionamiento del servicio de transporte urbano de viajeros. JUICIO. O que decide pagar 200 euros más al mes a los trabajadores del servicio del Cementerio público y por ello les resulta más complicado y menos rentable a las empresas que ofrecen sus servicios a la oferta pública, el poder competir y el poder sacar los mismos beneficios que antes. JUICIO. ¿Ustedes creen que el ayuntamiento de Zaragoza podría soportar tantos juicios, aunque los ganara, al coste que estos supondrán? Efectivamente, esto nos lleva a la negociación extrajudicial; mucho más barata, y con ellos a perder poder y dinero los poderes públicos. Y a tener que contratar a sus propios bufetes de abogados que se hacen una competencia falsa, pues sin su asesoramiento es imposible defenderse.


Pensemos que en este trato, a semejanza de lo que ya se hace en los EEUU, lo que se consume solo se analiza a la hora del producto terminado. Un pollo es apto para el consumo si una vez muerto y a punto de embalarse, pasa los controles veterinarios. Pero ha podido comer en su vida piensos de puré de caballo, o cebada, o más medicaciones todavía que en España, o haber bebido anís El Mono. Eso no se tiene en cuenta. Ha podido comer maíz transgénico o modificado con vete a saber qué deseos de engorde y eso no importa.

Lo mismo sucede con las Denominaciones de Origen. Tras el TTIP o el CETA, el jamón será jamón, el aceite de oliva, aceite y las olivas empeltre o arbequinas serán olivas. Podremos poner en la etiqueta que el jamón es de Grijuelo pero a modo informativo, en los mercados de los EEUU el jamón español o el italiano será jamón. Y el comprador lo hará por el precio o por el sabor. Pero no porque sea de Teruel o de Cáceres. Con el vino sucede lo mismo. Vino español. No vino de Jumilla o de Somontano. Cebollas, cava, patatas, naranjas, medicamentos, tornillos, papel, truchas, gambas o plástico. Todo será igualmente tratado. Pero se abren muchos más mercados. Si queremos vender tornillos a los EEUU no es necesario fabricarlos en Albacete. Y de esto saben mucho más desde los EEUU. Si nos quieren vender cacahuetes no tienen que ser de los EEUU, pueden ser del Senegal, empaquetados con los sistemas de control de calidad de los EEUU.

Es simplemente la globalización total para defenderse del crecimiento de los mercados globales como el ruso y el chino. Por eso a estas multinacionales les interesa comprar tierras vírgenes por todo el mundo pobre, para poder marcar los precios de la alimentación. Por eso han inventado los Mercados de Futuros, los Contratos de Futuros, para seguir jugando con el dinero como si fuera el Monopoly. ¿Es posible evitarlo? No lo sé, pero sí es posible controlarlo de cerca, no caer en la trampa, defenderse con más rasmia.