Cuando hablamos de estrés siempre pensamos en una reacción negativa para el cuerpo humano, pero la realidad es que no siempre es así. Un nivel de estrés controlable y no crónica es positivo para las personas.
Del estrés nos sabemos adaptar todos, y resulta muy positivo para alcanzar ciertos grados de eficacia y de reacción ante retos y gestiones que todo ser humano tiene que realizar muchas veces cada mes, incluso cada día.
Pero cuando el estrés asciende peligrosamente o es excesivo el tiempo que se mantiene en lo alto de su nivel asumible —nivel que varía en cada persona—, cuando se convierte en crónico, entonces surgen los problemas.
Hay pues un estrés positivo o bueno y un estrés negativo o malo, cuando este supera lo que nosotros mismos podemos soportar, bien por potencia del nivel de estrés o bien por excesivo tiempo dentro del nivel de estrés máximo.
Un nivel de estrés soportable nos sirve como impulso para resolver problemas, para ser más práctico en las tareas que tenemos que resolver en la vida. Pero es bueno saber controlarlo y dominarlo. Es bueno saber cuando hay que bajar el motor del estrés y aflojar la marcha. No olvidar que tras un periodo de estrés se alcanza el nivel máximo de eficacia personal, pero una vez mantenidos en ese punto, nuestro nivel de efectividad empieza a bajar, incluso aunque aumentemos nuestro nivel de estrés para intentar resolver los problemas. No por aumentar más nuestro nivel de entrega, de estrés ante la vida, seremos más capaces, pues una vez superado el nivel máximo nuestro, empezaremos a bajar nuestra capacidad resolutiva.