El Fracaso Escolar, el abandono del sistema educativo antes de tiempo, el escaso esfuerzo de muchos alumnos, la poca motivación de algunos profesores, un sistema legal educativo en España excesivamente cambiante, una pérdida de la calidad global en la educación pública por mal cuidada desde los poderes públicos, una mala planificación de materias importantes mezcladas con materias no siempre muy necesarias, una falta de respeto a todos los elementos que intervienen de la educación más una escasa dedicación seria y efectiva al mundo educativo a partir de los 12/14 años por parte de los padres, hace que la educación en España sea un objeto de repetido análisis y debate, sin saber cómo resolver el problema para alcanzar más excelencia.
Nos sobran reglamentos que nos dedicamos sistemáticamente a incumplir o a rodear de vacíos. O a cambiar por otros similares, sin garantías.
¿Cuántos años llevamos hablamos del problema educativo en España, por falta de calidad, por exceso de Fracaso Escolar o de la calidad con la que llegan los alumnos a la Universidad, y cambiando normas sin encontrar la solución?
Pero además, asumimos con tranquilidad que la educación en España no es buena en su globalidad. Ni en la Universidad, ni en la FP, ni en la enseñanza básica ni en la formación continua de adultos.
Y al igual, asumimos que debemos mejorar y que es muy importante modificar aptitudes y actitudes de todos los que intervenimos de alguna manera dentro del mundo educativo.
Pero con esto nos quedamos, con la imposibilidad de asumir que son excesivas las cosas que se hacen mal. No somos capaces de mejorar la educación, y mucho menos la Educación Pública.
La culpa es en gran medida de la sociedad, y aquí incluyo a los padres. Y lo digo desde la óptica del padre con mucho años dentro del Sistema Escolar, pues yo pertenezco al mundo educativo desde los Consejos Escolares públicos y no como profesor pero sí como persona integrado incluso dando conferencias.
Llevo más de 25 años perteneciendo a Consejos de Dirección y Consejos Escolares y es ahora precisamente, cuando todos parece que hemos aprendido a torear las normas, a no pensar que lo importante es remar en alguna dirección con tal de que sea la misma para todos los actores.
Parecemos incapaces de empujar hacia alguna meta, en vez de hacia la disgregación (provocada y planificada a veces) entre concertados, privados, públicos, profesores nuevos o veteranos, colegios de barrios conflictivos o nuevos, padres de una idea o de otra, religiosos o antirreligiosos, a favor de la cultura o del deporte, etc.
Lo importante son los niños y jóvenes.
¿Nos hemos dado cuenta que lo importante es la sociedad resultante, si nos equivocamos en los procesos educativos?

