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Relato de Soria o qué hacer cuado no se tienen ganas de escribir

Ahora no tengo ninguna gana de escribir, y en cambio escribo. No me sobra el tiempo libre para dedicarme a mirar por dentro, así que debo aprovechar el momento aunque no sepa de qué escribir. Creo que es un problema muy habitual, pero cada uno lo intentamos resolver de una manera distinta. Yo dejando que los pensamientos vengan solos, dándoles a ellos el protagonismo del momento, para que me sorprendan en el viaje a ningún sitio.
Si pongo que a ningún sitio, realmente me llevará al vacío.
Debo poner que me llevarán a un sitio que solo ellos saben.
Si, tal vez a un campo de hierba junto al río Duero mientras mi padre pescaba truchas y yo era tan pequeño que solo esperaba a crecer. Aquellas tardes en que los mosquitos atacaban de columnas de a cuatro y cuando yo preguntaba que porqué no íbamos a pescar por las mañanas que era cuando no había mosquitos, me respondía con sabiduría de campo y con una piel que nunca supe porque no era pasto de los picotazos, que a esas horas los mosquitos bajan al río a beber agua, y las truchas están pendientes de ellos para comérselos y nosotros pendientes de las truchas para engañarlas.
Yo no comía truchas, me daban asco, pues siempre pensé que estaban llenas de mosquitos que estaban llenos de sangre mía.