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Nací con el hambre. Y estoy viendo la vuelta

El otro día leía que tras estar en el wc comportándonos como un animal racional…, hay que lavarse las manos con jabón, que lavarse con agua es simplemente mojarse las manos. Parece obvio pero la mayoría de españoles tan solo se mojan las manos. Y a veces ni eso. Así que las cosas nos van como nos van. Ni para estar sanos y limpios somos capaces de hacernos casos entre nosotros.

Uno escucha declaraciones de personas elegidas por “todos o por algunos” y se asombra. Casi nunca son mujeres. Deberíamos probar aunque fuera por egoísmo. ¿Y si las mujeres fueran capaces de resolver lo que nos parece imposible?

El número de tontos es inversamente proporcional al de soluciones. Escucho que uno dice que quiere hablar con el otro, y el otro dice que sí. ¿Pero de qué?

Hablar siempre es positivo, excepto que sirva para cerrar puertas. Una cosa es hablar, dialogar, y otra soltar el sermón. Una cosa es decir que sí amén jesús a todo y al quedarse solo hacer la peineta…, y otra bien distinta coger un poquito de lo hablado e intentar ponerlo en funcionamiento.

Nací en plena posguerra del hambre. De las colas del petróleo para calentar y las ayudas de los americanos. Estamos teniendo —los de mi edad— la suerte de ver lo que ninguna generación ha visto en su vida. Y lo que nos queda. No de años, sino por ver.