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De quién son las ciudades, nuestras ciudades?

Una de las dudas que nos deberíamos estar preguntando con urgencia, pero no tanto para encontrar una respuesta, como para reflexionar sobre la pregunta y así intuir por donde van las decisiones que a veces no entendemos pero que nos afectan y mucho es:

¿De quién son las ciudades, nuestras ciudades?

Hoy las ciudades crecen de forma arbitraria, mucho más de lo deseado, se trocean y se venden a grandes corporaciones según su capacidad de negocio, se cambian e intercambian barrios, para optimizar los beneficios económicos de inversores que incluso podrían no haber estado nunca en esas ciudades, se juega con el factor turismo, el comercial, el cultural, el de ocio, el de comodidad, el de planificación y siempre en el mayor de los ámbitos de beneficio empresarial posibles.

Pero además los centros urbanos están muy vigilados, los barrios también. Los transportes públicos tienen en su interior cámaras de vídeo, y en las calles te vigilan decenas de ellas. Las calzadas son de los coches que nadie sabe de dónde viene. Los aparcamientos en superficie están llenos, los bares nos ocupan las aceras con mesas y sillas, los comercios compran esquinas si son rentables en beneficio industrial, sin que nada de esto sea analizado si es beneficioso para los habitantes que viven en esos espacios.

Los barrios se planifican sobre el papel mucho antes de que una primera persona piense en ir a vivir allí. Se empieza a edificar pensando en el beneficio a largo plazo, posiblemente iniciando las obras en los espacios más lejanos al desarrollo final del barrio. Se diseña el tipo de vecino que se quiere para la zona, y se estudia su capacidad de compra en su zona cercana para diseñar locales comerciales o piscinas comunitarias o espacios verdes.

Que tengamos un buen o mal sistema de transporte urbano depende de lo que decidan hacer con el barrio donde vives grandes corporaciones inmobiliarias, que pueden diseñar trazados urbanos en el tiempo, y sin saltarse para nada ninguna ordenanza urbanística de los ayuntamientos. Su capacidad para desarrollar zonas o micro zonas es la mejor herramienta para obligar a crear servicios. Ellos mueven a las personas. 

Los servicios tienen que ir detrás y con ello la calidad de nuestra vida en la ciudad, en nuestro hogar. Dónde compramos, qué servicios tenemos, si están cerca o lejos, quienes son nuestros vecinos, de qué color es el barrio que nos envuelve, cuantos árboles nos corresponde o cuanta distancia tenemos hasta el colegio de nuestros hijos o hasta el ambulatorio médico, qué tipo de libros hay en la biblioteca pública más cercana.

Por eso debemos preguntarnos otra vez:

¿De quién son (de verdad) las ciudades?