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La vida de las babosas es muy babosa, os lo juro

En mi terraza tengo caracoles de cáscara lógica, babosas de cáscara alargada que crujen al pisarlas y babosas sin cáscara, desnudas, flojas, sin hogar fijo. No tengo claro el porqué las babosas pueden ser de dos clases, con cáscara y sin cáscara. 

Igual es que como los humanos, unas tienen casa propia y las otras van de prestado intentando buscar un hueco para los calores y los días secos. 

Ahora es ya la temporada en que solo salen cuando llueve y días de mucha humedad, en cambio en invierno por la noche salen del huerto y se esconden en la zona cubierta para no helarse. Ellas saben que incluso con las puertas cerradas hay un hueco redondo por donde se puede entrar y salir, se lo deben decir entre ellas. 

Aunque a veces pienso que simplemente van buscando el calor del interior, como las personas que vamos buscando el calor humano y a veces nos joden vivos. 

La vida de la babosa es muy babosa, os lo juro, siempre arrastrada y con un cuerpo casi transparente que incluso se le ve si te acercas como les laten los interiores. No se le ven las ideas pues no sé si las tiene y de tenerlas yo tampoco se las descifro. 

Si acaso cuando las miro de cerca pensarán que soy un monstruo capaz de chafarlas con los dedos. Y no, yo no. ¿Piensan las babosas?

El trabajo de controlar las especies se lo dejo a mi esposa. Las ha cogido manía pues dice que se le comen las acelgas. Yo también me las como y a veces me entra un poco miedo. ¿Le apetecerá también chafarme de un pisotón? Cada día me gustan menos las acelgas.