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Si un rico llora en público los pobres nos sentimos más afortunados

Es una pena que en España hayamos perdido la bastardía, la sana costumbre Real de tener hijos bastardos a tutiplén. En estos años de Twitter y televisión unos hijos bastardos del Rey darían un juego que te cagas, lo intuyo. Tenemos un abuelito bastardo con barbas antiguas para ser igual a su padre Rey y el hombre aunque mayor se sigue creyendo de la Familia y no tropieza mucho en sus achaques verbales. Se conserva más que su sobrino. En cambio su hija intentó jugar a Supervivientes y enseguida todos imaginamos ver a alguien de la Familia Real cagando al aire como si fueran normales. Sería un juego simpático. 

Un hijo bastardo moderno es el de los juicios, como un neobastardo diría yo. Sirve para entretener a los medios y a los pobres, haciéndonos creer que los ricos también lloran. Y es verdad, también lloran, pero lo van soportando con champan y no con agua de barro. A los ricos se les enseña en los colegios de ricos que si hay que sufrir se sufre, que nada de disimular, que es bueno aparentar que se sufre para que los pobres no les tengamos excesiva envidia. La envidia también hay que medirla para que sirva de desahogo y no se vuelva peligrosa. Si logramos que un rico llore en público, aunque sea de mentira, no le envidiaremos tanto y nos apetecerá seguir siendo pobre. Un lujo ir a un colegio donde te enseñen esto, de verdad.