Páginas

Los estafadores buscan ahora a los más necesitados, a los pobres

Curiosamente con la crisis han aumentado las estafas a los pobres. Cuanto más pobres hay, cuanto más pobres somos todos, más se fijan en nosotros los jetas delincuentes, los estafadores de cartilla, los listillos del engaño sonriente.

Los estafadores son tipos que sonríen siempre, son simpáticos y amables. No hay un estafador con mala hostia, en serio. Esto es grave pues es tanto como decir que si se encuentra a un tipo con mala cara, con baba seria y triste, está seguro de que ese tipo mala hostia no es un estafador. Si le intentan vender un coche usado pero lo hacen con mala gana, sin sonreír, sin querer ser su amigo, aunque haya entrada a un banco, a un vendedor de pisos o un prestamista gris, ese es menos delincuente que el tipo simpático con corbata de colores. Que lo sepa usted.

Pero lo cierto es que ahora lo que está de moda es joder al inmigrante, al desempleado, al divorciado que no puede pagar tanta factura, al pobre al que le van a cortar la luz o el gas con el frío que hace. Y le dirán que han tenido la enorme suerte de encontrarle precisamente a él, o que le ha tocado la lotería nigeriana o que su préstamos es el más barato y el más seguro. Le ofrecerán trabajo, coches de colores o herencias. Ventas sin moverse o trabajos nocturnos. Sencillas labores a través de internet y sin moverse de la silla. Todo hasta que logren engañarle. Son así de buena gente en su oficio.

Engañar a un rico es más difícil, pues estos malandrines suelen tener asesores para todo. Así que no hay manera. Si acaso algunos bancos logran metérsela cruzada con algunas acciones que suenan bonitas o con algún producto de laboratorio de despacho. Pero poca cosa, en serio. Si es pobre, cuidado, le acecharán hasta por el teléfono.