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La izquierda nunca debe ser una ONG. Son trabajos muy diferentes

Del triunfo de Trump en los EEUU deberíamos sacar desde la izquierda algunas conclusiones claras para entender qué está sucediendo con la sociedad que se está tornando muy conservadora, pero tal vez no estamos por la labor de ponernos a pensar, no vaya a salir un proceso que nos señale como responsables directos del conservadurismo rancio y religioso viejo, que está lloviendo en todo el mundo.

Debemos aceptar en algún momento que ser de izquierdas no es ser tonto y no saber ver la realidad; tampoco es admitir por igual a toda la parte de la sociedad que dice necesitar ayudas; que una cosa es ayudar a quien lo necesita y otra bien distinta no iniciar procesos de control; marcar posiciones para construir futuro desde la izquierda que nos presentamos al examen social cada cuatro años; seleccionar nuestras actuaciones para no ser engañados; creer que no existen mafias que controlan todos los procesos de ayuda para su gran beneficio.

La integración es imprescindible —incluso mucho antes que las ayudas de primera necesidad— para asegurarnos un sistema de ayudas sostenibles. Y cuando señalo a la integración, marco claramente como tal a todos los procesos posibles para que entre ambas partes —donación y recepción— se comprometan a mejorar sus procesos de integración social que conduzca a no necesitar ayuda en el corto medio plazo.

Dar peces no es la solución si no se les obliga aprender a pescar peces. Y digo obligar por el claro elemento de distorsión social que representan las mafias —no sabría llamarlas de otra forma— que controlan de forma grupal a las personas que están trabajando en la mendicidad indigna, la prostitución y explotación sexual, la ocupación sin más apoyos, el mercado de la drogadicción entre jóvenes, etc.

La izquierda tiene la obligación de resolver problemas sociales pero marcando preferencias sobre todo por edad, y no se resuelven dando con la mano derecha y no analizando todo el proceso con la mano izquierda. Entre dar, recibir y volver a dar, hay un proceso intermedio que desde la izquierda hay que trabajar y mucho más y mejor. Y explicarlo, evitando rumores mal intencionados.

No podemos permitir cientos de personas vendiendo en las aceras bolsos u órganos sexuales que fabrican esclavos 3.0 y que les controlan mercados comerciales esclavistas en nuestras propias ciudades.

No debemos consentir importaciones de personas tullidas hacia las grandes ciudades, ni reparto estratégico de estas personas en esquinas o centros comerciales, pues permitirlo es esclavismo 3.0

No debemos dejar de mirar cuando vemos a una decenas de personas muy mayores, incultas, rotas y sin futuro, agrupadas alrededor de un hombre joven de su misma nacionalidad, que les da en plena calle directrices de trabajo, a veces rodados de menores de edad o de niños de 10 años.

No es posible desde la izquierda conocer en qué condiciones viven estas personas y pensar que peor es vivir sin condiciones. Sobre todo porque el resto de la sociedad nos observa y nos juzga.

No debemos NUNCA confundir la izquierda política con una ONG. Nuestra obligación es plantear soluciones económicas y laborales para la sociedad en su conjunto, poner en valor la educación y la cultura, creer en la paz y la concordia, dar sentido a los procesos democráticos y participativos reales, informar de verdad comunicando las debilidades y las fortalezas de la sociedad en cada momento y trabajar por mejorar a los que menos tienen en sus condiciones de vida. La dignidad y la justicia social no se resuelve (sólo) con ayudas de primera necesidad.

Pero hablamos de ayudar a TODOS los ciudadanos, no solamente al 1% de los que están más abajo de todos y además sin condiciones de reciprocidad para que este 1% ó 3% salga de su precaria situación, tutelados y desde la obligación recíproca.

Las ayudas de primera necesidad son muy “necesarias” pero tras ellas deben existir las ayudas de integración social. Sean para un joven sin empleo, para un matrimonio joven con hijos y sin vivienda, para un inmigrante que no sabe castellano, para una persona captada para ejercer la prostitución o para un anciano rumano que viene a nuestras ciudades sin saber ni donde está. Sin unas obligaciones, no se deben conceder las ayudas. Y para las segundas están las ONG, mientras que para las primeras está la política.

La izquierda, si se va a convertir en una ONG estamos cometiendo dos errores. Restamos poder a las ONG auténticas. Y no realizamos nuestro trabajo. La izquierda si se convierte —o parece que se convierte— en una ONG humanitaria, debe empezar a cambiar sus objetivos de trabajo, o dejará de convertirse en importante para la sociedad. Será orillada por el 97% que o no necesita ayuda o siente que a ellos les está correspondiendo menos ayuda que al 3% restante. Y en ese 97% están incluidos los que antes recibieron ayudas y ahora ya han logrado integrarse en la sociedad.

La obligación de la izquierda no es ayudar, aunque sea su gran devoción. Es crear sociedad más igualitaria y digna. Y sin duda trabajar a título personal desde las ONG ayudando, en paralelo a trabajar desde la izquierda por TODA la sociedad.