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Si gestionamos o decidimos, nunca debemos demostrar que estamos superados

Es lógico y deseable que intentemos sacar el máximo partido a nuestro poco tiempo diario (aunque sean 14 horas de trabajo), sobre todo si nuestro trabajo es el de organizar, gestionar o decidir, para que no se nos amontonen tareas y nos falte tiempo para gestionar en calidad. Todos hemos sufrido algunos días donde vamos totalmente groguis, superados, sin capacidad para poder atender bien todo lo que tenemos entre manos. Hay pues que priorizar, organizar mejor los tiempos y sacar del cajón algunos trucos muy necesarios. Y sobre todo NUNCA deben notar los que nos rodean que estamos superados por los acontecimientos o las decisiones. Las debilidades de los que dirigimos no se deben notar.

Cada decisión o gestión tiene que tener una tarea y un momento del día determinado con anterioridad para organizarlo. No es posible que se nos asalte con constantes decisiones en cada momento, sin dejarnos tiempo de reacción o de reflexión. Si se nos mezclan diferentes tipos de gestiones de forma aleatoria, nos vencerá el hundimiento y el descontrol. Tenemos que tener SIEMPRE la capacidad de poder dominar los tempos.

Para ello es fundamental llevar un dietario, un diario de las actividades pendientes de cada día. Indicado en él el momento del día para cada actividad. Y hay que intentar no saltárselas. Da igual si es en papel o digital, cada persona preferimos un sistema. Pero lo tenemos que llevar siempre encima. La ventaja del digital es que puede avisarnos.

Si nos faltan horas es que no estamos sabiendo delegar más. Es inevitable, hay que aprender a soportar la realidad de que en quien delegamos lo hará diferente a nosotros. No pidamos nunca lo imposible y que lo haga igual a nosotros es imposible.

Un truco que cada día se lleva más es dejar las conversaciones o incluso las negociaciones no muy importantes para la hora del almuerzo o el café de media mañana. Cuesta entenderlo, parece una falta de respeto, pero es dedicar un tiempo ya muerto para lograr un objetivo. La ventaja es que estamos empleando un tiempo obligado y que además está tasado en minutos. Se acaba el tiempo cuando se acaba la comida o el bocadillo o el café con pastas. El reloj funciona a la vez que mengua el alimento.
Efectivamente, no hay que reunirse tanto. Hoy tenemos sistemas para reunirnos sin reunirnos. Y si es inevitable, no permitamos los retrasos. A las 7 son a las 7 en punto. Y programemos bien los tiempos, no somos una máquina, pero necesitamos organizar nuestro tiempo para que no nos destroce las ganas de seguir trabajando duro. Dentro de esa dureza, debemos intentar dulcificar algo el tiempo de nuestras tareas a base de organizar mejor nuestro tiempo.