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No hay trabajo para todos. Pero se repartirá

No hay trabajo para todos y hay que redefinir los horarios de trabajo anuales, semanales y diarios en el mundo laboral occidental. Nuestros propios empresarios, es decir, los dueños del trabajo, han decidido tomar dos caminos complementarios que nos llevan a esta dicotomía: abaratar el coste laboral pero mantener la paz en su propia cueva social donde viven con su familia.

Por una parte han decidido invertir en tecnologías cada vez mejores para evitar mano de obra de las personas. Son tecnologías más eficaces que se suman a la retirada de mano de obra en servicios, convirtiendo en autoservicio muchas de las funciones que hasta ahora hacían personas. Cada vez es menos necesario el factor humano para tener mayores beneficios. Dependemos para obtener más o menos beneficios, de más factores que la plusvalía de cada trabajador de tu cadena productiva.

Y si a eso se añade que aquellas labores que todavía requieren una mano de obra intensiva se recurre a la deslocalización de las empresas (mejor dicho, de la fábricas) o a la contratación de mano de obra muy barata y a veces rayando el esclavismo en su versión 3.0, y por ello nos encontramos con que los ciudadanos de los países que crean las empresas y a los empresarios, no tienen suficiente trabajo para su propia sociedad.

Hay que diferenciar claramente que no es lo mismo fábrica que empresa. Apple —por poner un ejemplo sencillo, pero hay muchos cientos— tiene miles de diferentes empresas, propias o subcontratadas o encajadas en su engranaje productivo o comercial, y distribuidas por decenas de países. Incluso con diferentes nombres y tipo de accionariado o de laboratorio económico y legal, laboral o impositivo. Depende.

Pero para que estas empresas funcionen y estén seguras ante el futuro, necesitan a estos ciudadanos de los países donde se asientan, a estas sociedades donde se crean y crecen. Para consumir su producción sobre todo, también para mantener en paz a estos países que son los que permiten estos sistemas económicos y productivos, para que las empresas se asienten en sistemas sociales y políticos donde la tranquilidad y el bienestar sea algo tangible y les permita existir con seguridad. 

Las empresas no quieren vivir en unos países dictatoriales, dentro de unas sociedades cambiantes y violentas en sus conceptos y modificaciones. Allí no son seguras, y sobre todo no pueden garantizar que sus inversiones sigan siendo controladas por ellas mismas. Apple o Zara por poner unos ejemplos sencillos, no podrían nacer, vivir ni crecer en los mismos países en donde emplean la mano de obra para lograr más beneficios. Tuvieron que nacer y crecer, asentarse y expandirse desde una sociedad libre y pacífica. Y para eso siguen necesitando a una sociedad donde el trabajo exista en cantidades repartidas entre todos los ciudadanos. Otra cosa es donde instalan sus “fábricas”.

Por eso ahora se habla de repartir trabajo en el mundo occidental, se diseñan semanas de 4 días, se habla otra vez de las semanas de 35 horas, de la Renta Básica, de la formación más lenta de los jóvenes para estar más años aprendiendo y menos trabajando, se señalan más ayudas sociales a las familias para la conciliación. etc. No es que hayan decidido aflojar la mano ante los millones de esclavos 3.0 del mundo occidental para que todo siga funcionando bien, que también, es que necesitan seguir manteniendo la paz social allí donde tienen la familia. Para disfrutar de ser millonario se necesita ser el dueño de una cueva tranquila. Si tu familia vive en una cueva insegura, te entra el miedo y tienen que analizar qué cambiar de tu sistema de control social.