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Hablemos de los suicidios en España

Ya sé que no se debe hablar ni escribir de los suicidios, pero tampoco de muchas otras cosas y tapar una cruda realidad a veces no ayuda tanto como creemos. El efecto “llamada” es menos negativo que el factor “desconocimiento real" de un problema que aumenta y debemos concoer para prevenir. En ESpaña se mueren todos los años sobre unas 4.000 personas de suicidios demostrados y declarados. En el año 2014 fueron 3.910 según Instituto Nacional de Estadística (INE). Una cifra que se mantiene o aumenta, pues en el año 2012 murieron 3.539 personas. En el año 2013 fueron 3.870 los suicidios consumados con resultado de muerte.

El 80% de las personas que se suicidan o lo intentan, han acudido al médico antes, con síntomas que hacían prever que este problema se podría producir. Incluso se sabe que entre el 40% y el 50% visitan a su médico una semana antes del acto brutal de intentar resolver sus problemas de la única forma que en ese momento creen conocer. 

Las personas en la mayoría de los casos no quieren matarse, quieren salir de una situación que las ahoga, quieren cambiar de vida, quieren acabar con “esa” vida, no con “la” vida. Pero hay también que perder la responsabilidad de la familia en estos actos, pues si bien en algunos casos las situaciones familiares ayudan a estos problemas, en la mayoría de ellos son circunstanciales y mal entendidos por la persona que sufre, y la única responsabilidad de la familia es intentar detectar sus intenciones, algo por cierto que tampoco es sencillo en la mayoría de las ocasiones.

Hay más suicidios consumados que fallecidos por accidentes de tráfico, homicidios o accidentes laborales. Por cada suicidio consumado y demostrados se dan unos 20 intentos, lo que nos daría una cifras tremendas. Cada día se mueren por suicidio unas 10 personas en España pero lo intentarán unas 210 personas. Cada día, sí.

Hay provincias en España donde la tasa de suicidios por habitante es más del triple que en otras. No voy a dar datos sobre esto. Hay un fondo mental sobre este problema, pero no siempre una enfermedad, sino a veces trastornos mal atendidos, o bien atendidos pero que generan un agravamiento incontrolable. La mente humana también nos falla a todos y a veces, y no siempre nuestro comportamiento es de aceptación y mesura.

Hay que estar muy pendientes de los estados depresivos graves, de la desesperanza, de la falta de salida a los problemas, de los carácteres impulsivos que están deprimidos, de la bipolaridad incluso y sobre todo de valores vitales, y de aquellas personas que a su estado suman las dudas graves sobre los valores de la propia vida. Hay que apoyar a la persona desde la emoción controlada y desde la relación sincera. Hablar, compartir problemas, controlar las angustias y las ansiedades y pedir ayuda a los profesionales médicos. Pueden y deben ser situaciones puntuales, que no tienen que volver a producirse en el futuro, si todo queda en un intento.

La vida es maravillosa, lo que no quita que a veces todo se nuble y se vea negro. Hay que saber poner en orden los valores de la vida, y admitir que siempre merece la pena seguir peleando por mejorar nuestra vida. Es nuestra, pero lo es también para disfrutar de ella y para construir con ella ayudas a los demás. Siempre hay alguien que está peor que nosotros y que necesita nuestra ayuda.