Páginas

Frases de Abadía, para ayudar a salir del desempleo

 “Este es el momento de ser optimistas, y te voy a decir por qué, en lugar de quejarnos, vamos a comentar qué podemos hacer”
“Tenemos que cambiar de definición de ‘optimismo’. Si decimos que el ‘optimismo’ es ‘aquí no pasa nada’, es mentira, porque lo que pasa es muy serio. El optimismo consiste en luchar con uñas y dientes para salir de una situación concreta. Todos sabemos que hay unos problemas muy serios, pero hay que salir adelante como sea”

“El mayor riesgo que corremos es quedarnos paralizados. Hay muchísima gente que no lo está, pero todos podemos tener un bajón y decir ‘qué mal va todo’. Es de lo que hay que escapar”

“Yo suelo decir que debería estar prohibido hablar de la crisis, porque si no, al final entramos en la disculpa de ‘es que con esto de la crisis…’. ¿Qué estás haciendo tú para salir de ella? No me digas que las cosas están mal, que ya lo sabemos, sino mira a ver qué podemos hacer. A todos nos pasa que cuando algo no te va bien, tenemos la tentación de echarle la culpa a los demás”

“Un país con 47 millones de personas intentando trabajar, sin rendirse, es un país riquísimo. Un país con 47 millones diciendo ‘a ver si me lo soluciona el Estado, la Comunidad Autónoma o mi Ayuntamiento’ es un país pobrísimo’. Me gustaría que fuésemos un país riquísimo”

“Al desempleado, a esa persona en concreto, hay que decirle que hay que seguir adelante. No le puedes pedir que sea optimista, así que hay que decirle ‘¿qué podemos hacer? ¿Tiene algún amigo que pueda ayudarte a buscar trabajo? ¿Alguien de la familia que pueda echarle una mano? ¿Ha leído los periódicos a ver qué empleos hay por ahí? ¿Sabe inglés para buscar trabajo fuera?”

“Al final, cada uno nos tenemos que sacar las castañas del fuego por nuestra cuenta. Por supuesto, ayudando a los demás, sin hundir a los otros. Lo primero que tiene que hacer el que está en paro o pasándolo mal, es decírselo a todo el mundo, porque muchas veces da vergüenza decirlo y callarlo es negativo”.

“Hay que ir al bar donde se iba siempre, porque a lo mejor conoces a alguien que te pueda echar una mano. Mucha gente está saliendo adelante porque hay una red familiar y de amigos que está ayudando”.
“Si nos hundimos, buena culpa es nuestra. Si me quedo en casa pensando ‘me hundo, me hundo’, termino hundiéndome yo solo, y echando la culpa a los demás. No, hombre, en ese caso la culpa es mía”.

“¿En esa cola de 500 personas del INEM no puede haber alguien que tenga unos ahorrillos guardados y pueda montarse una empresa con otros dos, y así ya tenemos tres deempleados menos? El optimismo no es más que eso: estás pasándolo mal, lo sabes. ¿Qué hago, hoy mismo, para arreglarlo? Si lo dejamos para el lunes que viene, hemos perdido cuatro días…”

“En Zaragoza, mi familia tenía una tienda que llevaba mi padre. No le oí quejarse nunca, nunca jamás. Supongo que lo pasaría mal, pero recuerdo vivir bien. Con el paso del tiempo, he mirado atrás  y me he dado cuenta de que quizás no vivíamos tan bien. En casa teníamos unas batas gordas que nos poníamos al llegar a casa, porque hacía frío. Yo, ahora, cuando llego a casa, me quito la chaqueta. Eso quiere decir que entonces vivía peor que ahora”

“Un amigo me decía hace poco que somos más pobres que antes. Creo que no: creo que antes éramos igual de pobres, pero con créditos de los bancos. Pobres apalancados, como yo lo llamo. Como no tenía el dinero necesario, el banco me pagaba el coche o el piso, y me hipotecaba para la eternidad. Vivimos bien pero no éramos tan ricos. Ahora vivimos de otra manera, y el día de mañana de otra: así es la vida”

“A los jóvenes hay que enseñarles a trabajar. A los 79 años, yo mismo descubro que no sé trabajar. Tenía que entregar un libro en una fecha determinada, y por una serie de problemas, se me liaron las cosas. Pensé que no podría cumplir los plazos, así que me dije ‘voy a trabajar bien’. Horas completas. Ponía el temporizador del iPhone, y en ese tiempo ni cogía el teléfono ni hacía otra cosa. Y acabé el libro. Eso es lo que hay que enseñar a los chavales. ¿Que el trabajo aburre y cansa? Puede ser, pero así ha sido toda la vida, con tu esfuerzo terminas sacando todo adelante”.

“Eso que se dice ahora de que hay que volver a los viejos valores y la cultura del esfuerzo… ¡Pero si los valores no son ni viejos o nuevos! ¿Hay que volver al viejo valor de no meter la mano en el bolsillo ajeno? No sabía que nos habíamos ido tanto, pero si es así, habrá que volver. Y a ser fiel, y leal, a no ser trepa, a ayudar a los demás… Hay que recordar todo eso que damos por supuesto”