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Woody Allen irá al infierno. Sólo allí se toca el saxofón

Lo que le están haciendo a Woody Allen no tiene nombre. Bueno sí, pero no quiero pronunciarlo. Atacar a Woody Allen es atacarme a mi. Sin hablar de los asuntos ya juzgados os lo advierto. A las personas las catalogo por lo que hacen y me vende o me regalan. Pero por lo que hacen en su vida privada, mientras no se demuestre que es un delito universal, me da igual, sobre todo si ya han sido sentenciados y yo no tengo pruebas claras que me digan que aquello fue otra chapuza.

Todos cagamos y meamos y por eso yo sigo amando a los que me da la real gana, a los que me gustan o a los que me enseñan. Cagan y mean mis amigos y mis amigas e incluso lo hago yo. Todos tenemos mierdas y para eso nos duchamos. Ser mojigato era lo último que esperaba tras haber estudiado las barbaridades de las dictaduras.

A mi Woody Allen me gusta por lo que hace en los libros, en sus películas, con sus humores y su manera tan acertada de diseccionar la vida. Es al único Woody Allen que voy a conocer en mi vida. Y que me empiecen a señalar los tontos porque a mi me guste, en fin, como poco me jode, pues yo no lo veo en la cama sino a través de sus escritos.

Hitler era un asqueroso dictador, pero pintó alguna obra paisajística que tengo en mi almacén de arte. ¿Por eso soy yo peor? Os puedo asegurar que no. El caso de Franco es diferente pues sus películas o escritos son infumables y como es lógico no las guardo ni en el recuerdo.

Dejar a Woody Allen en paz, vacío de odios que están de moda, pues al cielo seguro que no va, y en el infierno mola haber sido criticado en vida. Aunque tras ver Match Point, tal vez sea todo cuestión de suerte y el día del Cielo/Infierno, esté de portero algún saxofonista.