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O aprendemos a repartir trabajo y riqueza, o nos lo robaremos entre nosotros

No hay duda de que esta pandemia nos ha cambiado el mundo aunque todavía no lo percibamos. De haber durado un par de meses la crisis hubiera sido sentida y contundente, más en unos países que en otros, para al durar más de un año está moviendo todos los cimientos del sistema establecido, como si fuera una Guerra Mundial pero donde es la Sanidad y no los Ejércitos los que están trabajando por resolver las situaciones.

Luego vendrán las intendencias de la economía a modular las ruinas y a intentar que no sea peor la paz sin pandemia que la pandemia sin paz.

El mundo del trabajo acompañado de las lógicas tecnologías que ya estaban entre nosotros será el gran perjudicado. O la gran actividad transformada hacia fórmulas diferentes

No habrá trabajo para todos a 40 horas semanales. 

O no sirve repartir el trabajo en pocas horas diarias, pues eso es mucho más complejo que sobre el papel. La productividad depende en gran medida de cómo modulas las horas de trabajo de cada persona.

Os pongo un ejemplo. Un partido de fútbol sería un desastre si pudieran hace 10 cambios en cada partido. O incluso se ha visto modificado al pasar de 3 a 5 cambios. En una empresa asignas la calidad y la productividad por personas, no por horas de trabajo. 

¿Cómo engranas tener a tres Jefes de Producción al día? ¿Y a varios camioneros para un trayecto de 500 km? ¿Y un cambio de panadero cada 3 horas? ¿Sería igual el producto final? ¿Y si cambia cada poco tiempo, no estaríamos facilitando todavía más el trabajo hacia los robot?

Tendremos que buscar fórmulas de reparto de trabajo y de "salario" y eso nos llevará a poner en valor "diferente" las horas de trabajo y la importancia de este en el cómputo final. 

Aquel cuyo trabajo no pueda ser sustituido por máquinas tendrá que cobrar más, aunque tendrá mucha más competencia entre "los humanos". Y quien no tenga trabajo deberá cobrar unos salarios vitales aunque sea egoístamente para consumir y para evitar violencias sociales.

La otra fórmula, viejuna como pocas, es destruir mucho para tener que volver a construir mucho. Matar a muchos para que haya menos. Es la triste y dura Ley de la Supervivencia. Así que deberemos buscar normas de convivencia más dulces.