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El silencio es aumentar la voz de los demás


Siempre hemos pensado —o nos han hecho pensar— que el silencio era inocente, y es un gran error. El silencio es culpable de que otros alcen la voz en solitario. No hay que hablar de más… pero tampoco hay que hacerlo de menos pues la responsabilidad está tanto en hablar como en callar. 

El silencio no otorga, es todavía peor: facilita el camino libre, apoya a otras voces sin nada de control a cambio, deja espacios para movimientos fáciles, ningunea a los que hablan pues hay mucho espacio vacío, hace creer que el ruido tiene un valor que no le corresponde. 

Por eso hay tanto ruido, simplemente porque por debajo hay muchos silencios cómplices. 

Pongamos ejemplos fáciles. ¿Cuántos sabían las trampas del Rey Juan Carlos I y se callaban? Tanto en el ámbito de los vicios privados (que un Rey no debe tener vida privada) como en los usos de economías sumergidas que nunca sabremos a cuenta de qué llegaban por doquier. ¿Cuántos sabían las trampas del 3% en Cataluña?

Las amistades a veces pueden ser tan peligrosas que no son amigos, sino cómplices obedientes de operaciones bien estructuradas.