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Las Fiestas Religiosas. La Virgen y Jesucristo

Podríamos hablar algo de Religión, ahora que queremos entrar otra vez —al menos una vez al año— en lo que llamamos Semana Santa. Un periodo interesantísimo desde el punto de vista antropológico.

La Semana Santa, ese periodo entre marzo y abril de cada año en el que nos convencemos todos que Jesús murió por nosotros, es en realidad una Fiesta que viene desde mucho antes de que Jesús muriera. Y se ha ido celebrando de unas formas o de otras, desde hace miles de años en territorios tan alejados como China, Japón, Canadá o Finlandia. Sin uda también en toda la América anterior a la llegada de Colón.

Se podría decir que en realidad celebramos el tiempo vacío entre la siembre y el fruto, recordando que todos vamos a vivir hasta morir, que posiblemente luego resucitaremos aunque no sabemos bien en qué, y que morir con sufrimiento es lo que nos redime para entrar en esa otra posible vida.

Si analizamos los datos históricos de este tipo de fechas vemos que en todos los sitios en donde se celebra desde hace más siglos que tiene el cristianismo, se utiliza de una manera o de otra el huevo como icono de la fiesta. El Huevo de Pascua, el huevo de la vida, el símbolo de la fertilidad de los campos, del renacer.

Pero vayamos un poco más. Todas las fiestas tienen un componente de rebeldía, de cambio de papeles. Decía algún filósofo sencillo, que la mejor manera de poder engordar a los cerdos era dándoles una libertad vigilada.

Las sociedades necesitan explotar, hacer carnavales, gritar en los partidos de fútbol, hacer fiestas paganas o religiosas en donde desmadrarse. Es la mejor manera de que luego vuelvan a su estado original. Sin ciclos muy temporales que sirven para el desahogo.

Hace miles de años incluso era habitual intercambiarse las parejas familiares, dejar de tener sistemas de Estado durante unas semanas, no obedecer a nadie, pues no había que cazar ni defender los territorios pues todos estaban a las mismas. 

No eran animales pues no hay que confundirse, eran muy conscientes de todo lo que aquello representaba. Y para qué lo empleaban, incluso para esponjar de las relaciones familiares, modificar las endogamias existentes.

Cuando hay situaciones que no son fáciles de entender, como que de un árbol seco surjan de nuevo hojas y flores, frutos que vienen a darnos comida, lo más habitual es hacer fiestas para agradecer. Y que estas se hagan “cuando se pueda” dentro de los ciclos naturales de la vida, y que por ello se haga sexo sin tanto control, se celebre el festín como sucede en los Carnavales, comiendo carne en toda su expresión.

Todo esto alentado desde siempre por los líderes religiosos o sociales, que dejaban el poder durante unos días, para que todos entendieran que es posible el desenfreno, y sobre todo la vuelta al respeto anterior, una vez que se acaba el asueto, la libertad sin control.

Pero voy a volver a la religión, solo para haceros una pregunta sencilla. 

Jesucristo era el Hijo de Dios según nos han contado. Y su madre era la Virgen que no era hija más de que otros santos a posteriori. Tenemos que entender pues que la Virgen para Dios es menos importante que Jesús.

Os lo juro, me estoy ganando el infierno, lo sé. Lo admito.

Desde que la Virgen se apareció en Zaragoza, que es la vez más antigua de la que se conservan datos, cuando a orilla del Ebro la Virgen se aparece a Santiago el Mayor, en Zaragoza (España), en el año 40 después de Cristo, hay unas 2.500 veces en las que la Virgen se ha ido apareciendo a Santos, Papas o a personas normales.

Pero en cambio Jesucristo, que es más importante y por ello el más lógico enviado de Dios, solo se ha aparecido cinco veces el mismo día de su Resurrección. Otros hablan de hasta 11 veces, pero siempre hasta el momento en que ascendió a los cielos. Luego ya nada de nada. Parecen pocas, pero es lo que hay constancia de documentos de aquellas épocas.

Parece ser que la última aparición de la Virgen a niños en este caso y aprobada por la Santa Sede son las ocho apariciones de la Virgen a la niña Mariette Beco entre el 15 de enero y el 2 de marzo de 1933 en Banneux (Bélgica). Las apariciones tenían lugar apenas doce días después que la Virgen se despidiera de los niños de Beauraing, a unas cincuenta millas al noroeste del país. No hace tanto, y eso hay que saberlo.

Y a partir de tener datos, o no, nunca se sabe, que cada uno vaya pensando lo que quiera pensar. Recordar que todos nos morimos y me han dicho que en el Infierno no hay Netflix. Y en Cielo tampoco estoy seguro. Abajo os dejo los tres niños de Fátima, por si todavía tenéis dudas.