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Reflexiones sobre el equilibrio estable

Hay una cierta tendencia natural a pensar en los sistemas como "entes en equilibrio". Al menos, en lo que solemos llamar, “equilibrio estable”. Un equilibrio es estable cuando situaciones que estén fuera del equilibrio hacen de forma endógena que se tienda hacia él. Por ejemplo, en la parte más básica de la economía, pensamos que si hay una sobreoferta (se ofrece más de lo que se demanda), eso provoca que disminuyan los precios, disminuyendo la oferta (puesto que habrá empresas que ya no sean rentables a esos menores precios) y aumente la demanda (ya que la gente está dispuesta a comprar más si el producto es más barato). De forma que se llega al equilibrio, donde la oferta es igual a la demanda.

Nos gusta pensar en estos términos para intentar convencernos de que toda situación en la que se producen y se observan desajustes es transitoria y que, con la flexibilidad o el impulso adecuado (dependiendo del modelo utilizado) se puede retornar de forma ágil al equilibrio.

Sin embargo, hay otro elemento que viene a fastidiar un poco todo, y es que el mundo está bastante abierto. No creo que podamos pensar en el retorno del equilibrio económico en España y del equilibrio en Italia, y en Alemania. Ya no somos entidades o sistemas aislados y el equilibrio, de existir, es conjunto.


Entonces introducimos otro elemento también bastante económico para seguir pensando en términos de equilibrio: la convergencia. Si hay un desequilibrio, y unos países van más avanzados que otros, los más rezagados irán más deprisa. Esto es más cierto cuanto más cerramos el cerco en torno a los países a los que queremos ver evolucionar. Hay convergencia entre los países de Europa, permitiendo que países más pobres, por ejemplo, que tengan menores salarios, y donde su mano de obra sea más barata, puedan exportar con mayor facilidad, permitiendo un mayor crecimiento que el resto de países con los que comparte unas mismas trabas comerciales. Relacionando ambos términos tenemos la “convergencia condicional”, donde un país va a crecer menos cuando más se acerca a su equilibrio estacionario.

Pero la integración entre diferentes sistemas (países, regiones, ciudades), nos ha enseñado a tener cuidado con la forma en la que medimos o pensamos en los equilibrios, pues las situaciones de aglomeración y concentración catastróficas (o no), pueden existir.

El ejemplo más claro son los pueblos. Podemos mirar el crecimiento de la renta per cápita para ver si hay convergencia con el resto de pueblos y ciudades, y podemos mirar las tasas de desempleo o la inflación por regiones para atender a los desequilibrios, pero hay algo también importante: la cantidad de gente que hay en el sistema. Básicamente porque un pueblo abandonado podríamos considerarlo en equilibrio por la ausencia de desequilibrios (hay que tener cuidado como definimos los estados, por tanto).

No creo que podamos decir que hay un equilibrio poblacional. El resto de variables económicas pueden tender al equilibrio, pero en muchos casos lo hacen a través del movimiento poblacional que neutraliza los desequilibrios.

Tenemos suerte de que esa flexibilidad en el movimiento poblacional no sea tan grande. Mantener una crisis económica durante mucho tiempo en un mismo lugar puede no desembocar en una crisis aun mayor si se entiende que es transitoria. Pero si todo el mundo tuviera claro que en un par de años aquí no trabajaba ni el tato, y existiera esa gran libertad de movimiento de la que los Estadounidenses hacen tanta gala entre sus estados, los emigrantes que se van hacía Alemania y similares serían algo más que preocupantes cifras que no van a nada. Ni siquiera los andaluces parecen irse a otras comunidades autónomas dentro de España homogeneizado las tasas de paro.
Tenemos suerte porque en cualquier momento se nos van los más preparados, que llevan años estudiando o trabajando y son reconocidos fuera, donde además pueden optar a un mayor salario. Porque en un momento en el que el capital humano no tiene casi importancia, los movimientos poblacionales pueden no tener incidencia en la media. Pero si hay heterogeneidad, y la hay, y se van los mejores, podemos entrar en un circulo vicioso en el que nuestro equilibrio estacionario sea el mismo que el de los pueblos, la decadencia paulatina de su población, empezando por los más preparados.