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Somos esclavos de nuestras palabras; pero no nos enteramos

El ejercicio de hablar va unido al de callar. Es saber emplear los silencios para trasmitir, es comportarse y dar motivos de respeto, es medir las palabras y hablar solo lo justo y necesario.

Baltasar Gracián ya nos avisaba hace más de tres siglos que en realidad somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras; así que mucho cuidado con lo que hablamos y donde lo hablamos, para no convertirnos en esclavos de nosotros mismos, sobre todo si hablamos sin medida mientras nos escuchan todo tipo de personas que saben retener.

Hablar es medir con tino. Incluso cuando en plan chulo se quiere meter miedo desde el primer momento, se quiere marcar terreno como hacen los perros cuando ladran y mean sobre los árboles del parque, se quiere demostrar que uno es más chulo que un ocho. Más que nada por que quien recibe el mensaje también quiere mear sobre el árbol y a veces su meada es más potente y caudalosa.

Viene esta diatriba por las últimas y primeras palabras del nuevo Presidente de Bankia. Pero podría ser cualquier otro personaje de esos que se creen que hablando con contundencia desde el primer momento se marca ya el terreno para futuras comparecencias. Se olvidan de que sus detractores van a tomar buena cuenta de lo dicho y se lo guardarán en la agenda para posteriores respuestas. Comunicar es pensar en el futuro, pues los mensajes que se lanzan al aire no se acaban en el momento de salir por la boca, suelen tener una vida mucho más larga. Lo dicho, cuidado con convertirnos en esclavos de nuestras chulerías verbales.