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Tengo envidia de los optimistas que no se enteran

Refresco los sesos con el aire nuevo de un junio recién nacido que nos amenazaba con sofocarnos. Hoy se respira más y saldré a la calle a ver los caracoles al sol sin temor a quedarme pegado entre las sombras. 

Sigo observando la mala leche podrida de los tiempos perdidos en vano, de lo que no supimos hacer bien y que ahora pretenden cobrarnos con intereses. 

Nadie nos entiende bien, se creen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y simplemente hemos vivido algo mejor de cómo vivíamos antes. 

La depresión es asustadiza, nos está dejando en los huesos y además sin fuerzas. Nadie sabe cuando saldremos, pero mientras tanto sigue habiendo mucha gente que cree que todavía no hemos entrado. 

Qué felices son y qué envidia les tengo.