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Los profesores, los maestros, son los que ponen en valor la educación

En este hermoso colegio de la derecha, la antigua Universidad de Zaragoza, terminé de aprender materias lectivas importantes. Tuve luego casi otros 4 años de tiempo escolar con un profesor complicado.

En este colegio de la foto, estuve solo un año con un maravilloso profesor, Don Julio, que cuando me tuve que ir intentó con todos sus medios que no me fuera a otro centro; pero mis padres mandaban y por cambio de barrio me fui a un barrio, cuando en aquellos años la distancia de tres kilómetros eran un mundo.

Recuerdo su intermediación como un recuerdo absurdo, porque yo no entendía bien que él deseara algo distinto a mi madre.

Don Julio, del que nunca pude saber su apellido, era una maravilla de persona, un profesor que amaba su profesión y adoraba a los alumnos. Yo creo que incluso hasta a los malos chicos les tenía un cariño especial. En aquel 1966 nos impartía técnicas de estudio increíbles, para alumnos de 10 años.

Mesas redondas sobre temas que él planteaba para que todos interviniéramos en debates, concursos en donde nosotros mismos preparábamos las preguntas a los otros alumnos, dibujo libre.


Cuando caí en manos del otro profesor creí volver a las mazmorras, menos mal que yo era alto y me respetaba por ello, o tal vez porque en aquellos años no era malo ni tonto.

Pero de mis buenos golpes de regla en la mano no me libré en cantidad superior a mis aguantes. De las tortas a mano abierta o de los estirones de oreja hasta torcer el cuello, nunca tuve la mala suerte de recibir. Cuando veo el antiguo edificio en el que pude terminar mis estudios (o no) entre los 10 y los 14 años, me entra un poquito de pena.

Si alguien sabe como se llamaba de apellido aquel D. Julio, que me lo diga, por favor.