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También las barcas se puede enamorar si se rozan

También los objetos inanimados se pueden enamorar, de hecho se miran y se quedan sujetos a una cercanía que se mantiene en el tiempo. Si el roce hace el cariño, unas barcas que se rozan terminan por enamorarse, por complementar el agua sobre la que se depositan sus tripas. 

Siempre las barcas que permanecen unidas, cercanas, miran hacia el mismo horizontes, se orientan en la misma dirección. Y esto no puede ser casualidad. En aquel Bilbao industrial también había pequeñas barcas enamoradas que sorteaban las aguas planas mirando hacia la orilla.

Imagen de Julio Puente