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Felipe VI cambia lo magro del discurso en 3 meses

El discurso del Rey Felipe VI de la Nochebuena de 2017, lanzado a los españoles casi a la misma hora pero dos meses y 21 días después del que nos propuso el 3 de octubre, contiene una serie de rectificaciones verbales que sin duda hay que señalar, para poder colocar en su lugar el momento actual.

Admite en su discurso pero sin decirlo con claridad que aquel 3 de octubre se equivocó en el tono y en parte del contenido. Cayó entonces en el gran error de ser parte de un Gobierno en contra de una parte de ciudadanos españoles, creyendo que como estos deseaban la República ya no merecían su atención y apoyo o ayuda. Infantilismo político equivocado o mal aconsejado.

Si el 3 de octubre Felipe VI estaba caliente y potente, este 24 de diciembre ha estado frío y distante, deseando transmitir unidad sin romper lazos con nadie, estando por encima de todos y por ello sin estar con ninguno. Insuficientes gestos, aunque pedir más en estos momentos sea tarea imposible pues ahora todavía no toca demostrar que para querer a toda España, hay que querer a todos los españoles. Estamos en la entrada de nadie sabe qué.

Él sabe que a quien apoyó el 3 de octubre ha fracasado estrepitosamente en Cataluña el 21 de diciembre, y que seguir estando a su lado es una segura manera de tener su mismo futuro. Si de 135 parlamentarios, Mariano Rajoy se ha quedado con 4, seguir apoyando sus decisiones es un seguro de muerte, peligrosísimo si se quiere solucionar un problema que afecta a todos los españoles. No sé si se debe estar por encima, pero seguro que si se quiere estar, hay que hacerlo desde dentro y con todos. Sorber y soplar solo lo saben hacer los buenos deportistas que ganan medallas.

No es posible —que ayer ya rectificó—, decir que la sociedad catalana está rota, aduciendo que parece ser un problema de los catalanes, provocado por los catalanes y sus instituciones. Es un problema de todos y provocado por y para todos.

Y las soluciones tienen que venir de todos los que sepan fabricarlas. Y los que no sepan deben irse a su casa. Y si no se sabe leer el problema de Cataluña, no se sabrá nunca resolver el problema con los catalanes desde España. Menos banderas de ningún tipo, y más, mucho más dialogar y verse las caras.

Hay que resolver importantes problemas de convivencia social con Cataluña, efectivamente hay rupturas y falta de compromiso por parte de casi todos para buscar soluciones. Pero ni cargando la policía contra abuelos se resuelve el problema, ni metiendo en la cárcel a quien al final tendrás que sentarte a negociar, ni es positivo el llevar cruceros de soldados pues su gesto no ayuda a encontrar soluciones, cuando estas son como poco producto de un conflicto de dos millones de personas en un territorio que queremos que siga siendo España.