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Legalización del Partido Comunista PCE en 1977 (1)

Mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo sobre la oportunidad de la legalización del Partido Comunista de España el 9 de abril de 1977 (llevaba cinco meses el PCE tolerado en todos los ambientes), tras haber presentado toda la documentación para ser legales el 11 de febrero de ese mismo año, solo 18 días después de la Matanza de Atocha. ¿Debió esperar el PCE y Santiago Carrillo a negociar su incorporación a la legalidad monárquica impuesta por Franco, para sentar en una negociación más dura una bases diferentes en la Transición?Personalmente creo que en aquellos tiempos grises, ser legalizados era lo máximo que se podía lograr con el ambiente que existían en los órganos del poder escondido, militar y económico.


José Mario Armero, abogado y negociador entre otras personas del momento crítico entre el Gobierno y Santiago Carrillopara poner en valor la democracia en España, hace de intermediario entre Suarez y Carrillo para asentar la bases de un acuerdo de mínimos, intercambiando notas y asentando acuerdos de mínimos.

En otoño del mismo 1977, Santiago Carrillo en una conferencia en los EEUU señaló en público que el PCE abandonaba las tesis políticas del marxismo leninismo, lo que supuso según unos la clara claudicación de su ideología y el precio que se tuvo que pagar por la legalización, mientras que para otra parte de la sociedad, era la lógica deriva de unos tiempos nuevos.

En realidad era en ese momento un cambio de mensaje, más que de ideología. El marxismo leninismo ya se había abandonado en octubre del año 1964 cundo se escindieron parte de los comunistas del PCE para formar el PCE m-l, con clara ideología maoísta y estalinista. Parecía lógico que el PCE en algún momento se declarara totalmente desligado de las versiones leninistas.

Tras las palabras de Carrillo en los EEUU vuelve a surgir otra escisión del PCE, en esta caso el llamado PCT, el Partido Comunista de los Trabajadores, y el PCE pasa a apellidarse marxista revolucionario lo que lleva a una pérdida de militancia importante y a un distanciamiento de las tesis de la URSS. Carrillo se vuelve eurocomunista y mucho más encajable en la Transición Española de aquellos años.

Suarez antes de legalizar el PCE tuvo un encuentro secreto y personal con Santiago Carrillo el 27 de febrero para conocerle y detectar los motivos reales del PCE. De aquel encuentro en casa de José María Armero entre Suarez y Carrillo nació un respeto mutuo e incluso una amistad que se mantuvo durante todos los años posteriores. Pero Suarez que era ya por entonces perro viejo, decidió trasladar al Tribunal Supremo la cuestión del totalitarismo del PCE para que sentenciara al respecto. No sobre otras cuestiones, sino sobre esa en concreto, que tras los actos de Atocha y las declaraciones de Carrillo de los meses anteriores, parecía sencilla de sentenciar. No fue así y el Tribunal Supremo se llamó a andana sin dejar clara una postura, por lo que Suarez llevó el asunto a la Junta de Fiscales del Tribunal Supremo, que ellos sí, el 9 de abril entendieron que no había problema legal en dar el visto bueno a la documentación presentada por el PCE, y así se decidió con urgencia.

Y con la sentencia favorable al menos de la Junta de Fiscales del Tribunal Supremo y la inhibición del propio Tribunal Supremo del momento, Adolfo Suarez legalizó el PCE mostrando que en la realidad de aquellos momentos, ni el propio Tribunal Supremo se oponía a ello. Un Sábado Santo, cuando media España incluidos la mitad de los militares estaban fuera de sus servicios, se legalizó no sin ciertos problema en los cuarteles. 

Suarez perdió la credibilidad y el respeto entre los militares, y Santiago Carrillo buena parte de sus militantes de más edad y con años de lucha clandestina en la España de la Dictadura. Pero España salió ganando y la democracia ya se podía comparar a todas las demás.

Pero la legalización del PCE en el año 1977, de la que hablaremos más en otras entradas, no resultó sencilla para nadie. Los militares se atrincheraron (acuartelaron) en sus cuarteles, se sintieron engañados pues se les había dicho que nunca se legalizaría el PCE y los ruidos de sables entonaron el primer sonido. El Consejo Superior del Ejército emite un comunicado durísimo contra la legalización, asegurando que ellos estaban para defender la unidad de la Patria, el respeto a la bandera y la defensa de la Monarquía.

Había que salvar el momento y Suarez vuelve a utilizar a su amigo Armedo para que hable con Carrillo y acepte lo que los militares exigen que nunca pueda suceder.



Carrillo tuvo que aceptar en aquella reunión con Armero del 14 de abril de 1977 —como recoge la imagen de la famosa servilleta escrita en la cafetería del hotel Meliá de Madrid— que aceptaba la bandera rojigualda, la monarquía, la unidad de la España de esos momentos y un rechazo claro de la violencia en las calles.

Y al día siguiente de aquella reunión y cuando en los cuarteles se cocía un momento muy especial de engaño de la política al papel de los militares como vigilantes y defensores a ultranza de algunos aspectos que consideraban claves, Santiago Carrillo dio una rueda de prensa delante de una bandera rojigualda de España y otra del PCE para que no existiera duda alguna, diciendo una de sus frases que en aquellos momentos casi nadie entendió en su profundidad:

“En estas horas, no digo en estos días, digo en estas horas…, puede decidirse si se va a la democracia en este país o si se entra en una involución gravísima […]. No dramatizo: digo en este mismo minuto, lo que hay”.  


Sobre si el precio fue alto o no, es una cuestión que desde el punto de vista actual me parece irrelevante. Era inevitable y un paso lógico. Por cierto, hay que decir que al PSOE no le gustó nada de nada esa legalización, pero se calló. No ayudó en nada a que se produjera, pues representaba una competencia en la izquierda.

Veamos qué tuvo que admitir Carrillo en sus palabras americanas, dicen que como precio a pagar por ser incluido en los partidos legalizados.


Desde 1956 —señaló Carrillo como secretario general del PCE— se habían dejado por imperativo de las transformaciones históricas en Europa, una buena parte de los planteamientos estratégicos, tácticos, programáticos e incluso organizativos del modelo leninista que la III Internacional impuso obligatoriamente a todas sus secciones nacionales, las actuales ideas están actualizadas y para nada cuadran ya con el canon marxista-leninista, conjunto de dogmas extraídos por Stalin de sus escritos y de la práctica de Lenin a mediados de 1920. Hemos aceptado en el PCE —continuó señalando— el abandono de la dictadura del proletariado y el internacionalismo proletario, la renuncia a la insurrección armada como vía para conquistar el poder, la sustitución de la tradicional alianza obrera y campesina por otra que concede una atención preferente al sector terciarlo de las fuerzas del trabajo y la cultura, la aceptación de acuerdos a largo plazo con la burguesía, el reconocimiento de que los comunistas no son los únicos representantes de los trabajadores, el distanciamiento respecto a la URSS y la condena de la política de bloques.