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Viajar es robar recuerdos, es llevarte energía

Dejo atrás Bilbao mientras el calor nos persigue con la poca fuerza de un aire tórrido. Me llevo trozos para que sus sabores perduren un poco más y los pueda compartir. El sabor y las imágenes de unos pinchos o de un bonito en salsa de pimientos que estaba exquisito (nunca se pudo imaginar el pez que haría feliz a un matrimonio aragonés), la receta de una sopa de pescado de Bermeo que probaré con urgencia, unos sobres de Té japonés y otros de un Té inglés picante, una morcilla de puerro, una botella de txakolí para la morcilla y unos recuerdos preciosos, por poco precio. 

Me llevo algunas ideas para recrear más cultura básica, algunos ejemplos copiables para potenciar un Museo de Arte Contemporáneo, el mejorable sistema de su tranvía peor que el de Zaragoza, y como siempre la envidia de sus parques, que allá por donde voy me los traería envueltos hasta mi ciudad para que aprendiéramos a sacarles sombra, cuidados y usos tranquilos a los míos. 

Hay que ser muy exigente para así conseguir un poco, simplemente un poco. Si nos conformamos sin quejarnos SIEMPRE, no avanzaremos lo suficiente. Por eso mismo no hay que preocuparse demasiado de los que nos quejamos con educación y desarrollos posibles, simplemente hay que leer sus ideas, sus quejas, sus planteamientos y tal vez sacar una copia para guardarla en el cajón. Copiar no es delito, si tras copiar se adapta, se reordena, se le busca la vuelta para hacerlo posible y se trabaja para que sirva para muchos. Los orientales son unos maestros de copiar la tranquilidad de nuestra ancestral religión. ¿O fue al revés?