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España se acerca al hundimiento económico

La reforma laboral de Zapatero no consiguió parar el desempleo y mucho menos crear nuevos puestos de trabajo. Fue un fracaso más de un PSOE perdido en sus ideas escasas y muy flojas. Ahora la patronal intenta acojonar aun más a los sindicatos, amenazando que son ellos o el PP. Y buscan un despido todavía más barato y unos sueldos más congelados. El concepto de que cuanto menos coste laboral, mejor y más empleo, se utiliza como el arma arrojadiza para sujetar a los trabajadores en el cajón del miedo.

Es cierto que nuestros sueldos son muy bajos. Pero es cierto también que nuestros costes totales de cada puesto de trabajo son algo altos. Es cierto que el drama del desempleo es el problema más importante y la piedra que hay que resolver si queremos mejorar la economía interna. Es cierto que el consumo de bienes intermedios —los que se usan para producir— decrecen cada mes de manera preocupante incluso hasta un 10% en noviembre de 2011. Es cierto que la productividad española es baja. Que nuestra formación a niveles altos es floja. Que no tenemos una industria que genera mucho valor añadido. Que somos una sociedad con altos niveles de economía sumergida. Que sobrevivimos gracias a los servicios, incluido el turismo. Que nuestro endeudamiento personal es muy alto. Que nuestro déficit público es alto. Que la exposición de nuestro sistema financiero a la crisis del ladrillo es desconocido. Que no sabemos hacia donde nos dirigimos y ni si 2012 será peor o mucho peor. Que la confianza en nuestra clase política es muy baja y llena de pequeños o grandes detalles de corrupción.

Con un panorama tan desalentador las soluciones no serán fáciles. Y Mariano Rajoy lo sabe y ya nos prepara para un marzo peligroso y muy triste. Increíblemente además imprevisible pues nadie se atreve a decir donde nos encontraremos como país dentro de 2 meses.

Hay que crear dos millones de puestos de trabajo. Mientras esto no suceda, alguien tendrá que pagar los costes desmedidos del funcionamiento de un país congelado. No sabemos durante cuanto tiempo seremos capaces de poder pagar entre “pocos” lo que necesitamos como “muchos” para funcionar. Pero no hay otra salida urgente. Eso o la suspensión de pagos como país. O el mirar para otro lado como está haciendo Grecia.