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Lucas era el dueño de aquel cráneo desdentado de ojos verdes

Este cráneo sin mandíbula —creo que humano— era amado por un tal Lucas, que para eso lo firmó con su corazón. Lo encontré acudiendo andando hacia el final de mi ciudad. No sé si lo he comentado alguna vez, pero todas las ciudades acaban en algún punto; siempre existe el final, es cuestión de buscarlo y creérselo. 

Parece una cabeza de señorita querida, de amante de un tal Lucas, mujer de ojos verdes, desdentada de tanto libar los jugos de apetitosos. Curiosamente era un cráneo al que le faltaba un diente y estaba seguro que aquello quería decir algo para Lucas.
Aunque las apariencias engañan casi siempre. Era un acierto que el cráneo supiera mirar a los ojos y así tener la capacidad para meter miedo. Con esa mirada era posible amarla más.