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El otro día me siguió un espía y me sentí importante

Los espías ya no son lo que eran, ahora te los puedes encontrar en la obra, de camareros o paseando con el perro por el parque. Te vigilan mejor que antes, sin que tú sospeches, pero ya no van de guapo ni utilizan coches que disparan gases por los retrovisores. Si acaso llevan una cámara de fotos de lo más pequeña y con zoom muy largo. 

Luego están los espías que te miran los email sin tú saberlo, te vigilan a qué páginas acudes cuando te aburres o saben lo que has hablado con tus amigos por el móvil, lo cual además de aburrido (para ellos) es muy pesado.
Yo tengo algunos seguidores en Twitter que estoy seguro son vigilados por los espías, así que seguro que a mi también me están espiando. Es que si no te sientes espiado es que ya no eres nadie. El viernes mientras acudía a preguntar en Andorra por el precio de una pila para una cámara vieja, un espía se nos puso cerca para escuchar si intentábamos comprar una cámara de las caras. En cuanto se percató que íbamos de pobres nos abandonó pero sospechó que yo le había pillado y nos estuvo siguiendo un rato con la mirada. Me sentí importante, lo juro.
Creo que incluso puedes alquilar a un espía para saber a qué se folla tu santa pareja o con qué jetas van tus hijos por las noches de los jueves. Y es que simplemente queremos saber más y más, para no hacer nada de nada. Así somos.