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Queremos, creemos en la democracia? Pues ya sabéis…

Estamos escuchando en los últimos meses que la democracia puede estar en peligro, o al menos esta democracia actual tal y como la conocíamos hasta ahora. Debe ser el momento de reflexionar sobre esto ante la posibilidad de que sea cierto el peligro y preguntarnos si efectivamente no es el momento de ponernos a pensar sobre qué tipo de democracia había que ir construyendo si la actual flojea.

Es cierto que este desencanto nos lleva a replantearnos el papel de los partidos políticos y los sindicatos, como herramientas máximas de participación. ¿Y si los partidos políticos, las actuales formas de organización política estuvieran ya caducadas? ¿hacia dónde deberíamos ir? ¿es posible crear otro tipo de organización similar pero diferente a los partidos políticos?

Vemos el nacimiento de los Chalecos Amarillos en Francia, de las Mareas en España, de nuevos partidos políticos extremistas sin programas definidos, las acciones de las Plazas, Movimientos, Alternativas, Marchas, Ligas, Revoluciones, Asambleas, etc. Surgen pues acciones políticas al margen de los partidos establecidos, tengan o no tengan democracia en los países de origen de estos movimientos sociales.

¿Qué es el feminismo, el pacifismo, la antiglobalización, el anarquismo, las defensas sectoriales o territoriales, sino nuevas formas de hacer política desde fuera de los partidos políticos?

Cada vez más, las ideologías no pueden estar cerradas en compartimentos estancos. Dentro de cada organización del pasado han surgido movimientos disgregadores y que se van diferenciando pues atienden a peleas ideológicas que se separan del núcleo central y rígido. Es tanto como admitir que el desencanto no sólo está fuera de la política, sino también dentro de ella y esto es mas grave pues nos lleva a perder el método de organización.

¿Qué se puede hacer (se debe hacer y con urgencia) para perder los símbolos positivos de la democracia y aumentar la participación de la sociedad? Pues sin duda adaptarse con cambios profundos a los nuevos tiempos y necesidades.

La democracia debe ser insustituible, por lo que hay que reflexionar de qué mecanismos la dotamos para hacerla más válida en un siglo de nuevos retos. Sabemos que hay una gran parte de la sociedad con serios problemas sin resolver, y que además se movilizan hacia las calles, sin una metas claras que sean capaces de lograr objetivos.

Necesitamos sobre todo lograr explicar que los objetivos se pueden cumplir de muy diversa forma, pero siempre desde la participación y la organización. Sin tanta retórica ni debate vacío, sino con los arrestos suficientes como para innovar en la gestión social. 

Las personas quieren más y mejor democracia, y si no lo consiguen, o se cabrean y aumenta la violencia o eligen opciones que saben manipularlas desde la inteligencia bastarda, buscando votantes antes que soluciones para la mayoría.