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Los odios entre palestinos e israelíes parecen más viejos que el conflicto

Yo de joven tardé varios años en enterarme lo básicamente necesario para saber de qué iba eso de Israel, palestinos, egipcios, jordanos, Líbano, Hamas, OLP, sirios, Gaza, Golán y similares. Creo que se me olvidó luego por el camino de la vida o me lo fueron cambiando según jugaban a las guerras unos y otros. Ahora otra vez están de líos, y lo de menos es quien tiene la culpa, pues aun posicionado claramente en un bando, siempre tengo la sensación de que no me pongo más que en el bando de los débiles; es una constante y así sufro mucho y nunca gano.

Ahora los palestinos están intentando con los nuevos misiles atacar la zona en donde está el reactor nuclear israelí de Dimona, que también son ganicas de joder la marrana en serio. Las presiones de países y religiones ajenas al grave problema palestino son tremendas por parte de enemigos constantes de Israel y de la zona tan caliente como es el sudeste del Mediterráneo.

Es muy complicado lograr acertar contra la central nuclear israelí, pero tiemblo solo de pensarlo. No por los daños que podría producir en el reactor que me lo imagino —soy leve mental— bien tapado con bolsas de hielo, sino por lo que representaría que se acertara contra el edificio. El odio no tiene tamaño.

Por mucho que se intente entender qué está sucediendo en esta zona, es imposible. Siempre hay explicaciones contrarias para todo. Siempre se mueven con el tiempo las posiciones, los líderes políticos y religiosos en todo el entramado de facciones, países, religiones o tribus ancestrales. Siempre hay una constante de horror, de violencia intermitente y sobre todo de armas. La inmensa mayoría de las sociedades son pobres en estos países, pero siempre tienen armas modernas y en cantidad como para sorprender. El mercado funciona perfectamente.